Hace diez años

Hoy se cumplen diez años de los sucesos que cambiaron el mundo para siempre. A las atrocidades que tuvieron lugar hace una década pronto les siguieron otras aún peores cometidas bajo la bandera de la venganza (que no justicia). Nunca antes los principales gobiernos del mundo habían mentido tan descaradamente a la opinión pública y nunca antes fue más clara la disparidad entre los supuestos valores democráticos occidentales y las acciones de nuestra política exterior -sí, he dicho nuestra, porque todos los países pretendidamente desarrollados hemos sido cómplices más o menos activos de todo lo que pasó después-.

Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla, dicen. Pues está claro que como especie somos unos verdaderos inútiles, incapaces de recordar lo sucedido ayer mismo. Ruanda, Yugoslavia, Irak o Afganistán son unos pocos ejemplos de esta amnesia suicida que nos terminará pasando factura más tarde o temprano. Que no nos quepa la menor duda: volveremos a repetir los episodios más oscuros de nuestra historia una y otra vez hasta que aprendamos la lección.

Cárceles ilegales en plena Europa, matanzas de civiles día sí y día también, las torturas y ejecuciones de prisioneros como práctica habitual, Guantánamo... ¿qué más se puede añadir al siniestro currículum de las potencias occidentales después del 11-S? Habrá quienes digan que nada de esto es nuevo. La historia está repleta de mentiras y asesinatos gubernamentales. Desde la noche de los tiempos, los gobiernos han gestado guerras interesadas, financiado golpes de estado y urdido tramas políticas en las que siempre salen perdiendo los mismos, es decir, la población civil más indefensa. Sí, es cierto, nada de esto es nuevo. Pero antes del 11-S los gobiernos tenían al menos la decencia de inventarse alguna excusa o mentira mínimamente creíble para justificar sus tropelías. Diez años después, ya no es necesario. El 11-S elevó la mentira y la burda manipulación informativa a la categoría de herramienta favorita de la política exterior de muchos estados. Y lo que es más peligroso, demostró a los gobiernos que los ciudadanos somos mucho más ingenuos, volubles y estúpidos de lo que pensaban, con o sin internet.

Diez años después, el mundo es decididamente un lugar peor.

El humo procedente de la Zona Cero es visible en esta imagen de Nueva York captada por el astronauta Frank Culbertson desde la ISS el 11 de septiembre de 2001 (NASA).